El dueño del “cortijo”



En nuestro último artículo planteábamos cómo la manera de dirigir una organización define su éxito o su fracaso. Por supuesto no hablamos sólo de los resultados, sino también de recursos humanos.

En un tiempo como el actual, fuertemente marcado por la crisis económica (y de valores) que estamos viviendo, es normal que las empresas se fijen más que nunca en los resultados, de hecho no deberían limitarse únicamente a las épocas de crisis...
Por lo general, en la evaluación de estos resultados se suele vigilar bastante la productividad. Palabra a la orden del día que se refiere a la relación entre la producción obtenida por un sistema productivo y los recursos utilizados para obtener dicha producción.” (Fuente Wikipedia)

Sin embargo, la mayoría de las veces ese análisis no hace más que rascar la superficie de la productividad, olvidando que habitualmente, se encuentra muy ligada a la motivación de nuestros trabajadores. Muchos directores confunden motivación con “incentivo económico”, limitando la satisfacción de sus empleados a un sobre con un extra de vez en cuando e ignorando otros aspectos como el ambiente laboral, el reconocimiento, la educación,...

Esa es precisamente la finalidad de los indicadores laborales, determinar ciertos factores que (lo más objetivamente posible)nos permitan entender y evaluar el estado de nuestra organización. Algunos de estos indicadores son:
  • Trabajadores : número, edad, sexo, promedio de antigüedad
  • Tipos de contratos, nivel de rotación, desarrollo profesional
  • Flexibilidad espacial y temporal
  • Beneficios sociales : ayudas al transporte, financiación de comida, apoyo a la familia, servicios médicos
  • y muchos otros que podemos encontrar en los informes anuales de casi cualquier compañía de las del IBEX.

Hoy en día es particularmente importante la gestión del talento, de sobra es sabido que los procesos de selección son cada vez más exigentes: idiomas, experiencia, juventud, frescura,...
Sin embargo, luego no se gestiona correctamente ese activo y los trabajadores acaban abandonando la empresa, lo que lleva a un nuevo proceso de selección y la posterior formación del nuevo empleado. Prueba de que una mala gestión lleva a un descenso de la productividad, por unos mayores costes.

Un buen jefe debe, por tanto, estar atento a estos aspectos que hemos mencionado, manteniendo motivada a su plantilla, pues ya sabemos que hace más el que quiere que el que puede.

Saludos y por favor comentad, siempre nos ayudará a mejorar ;-)

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